Un día soleado

15 de enero
Octavo día en el Camino
Nájera-Grañón.  27,2 kmts.

Un día soleado

Cruzamos el puente sobre el Najerilla a -2º. La hierba a la orilla del río, aparece blanquecina y hace mucho, mucho frio. Afortunadamente me traje el gorro "estepario"   que  me regalaron María y Alberto.


Dejamos Nájera caminando entre las peñas que dieron nombre a la ciudad. Las flechas amarillas dirigen nuestros pasos por una ancha pista hacia un pinar que enseguida superamos. No hay nubes en el cielo, ni una sóla nube, lo que hace que el sol aparezca radiante en el horizonte.

Caminamos en dirección a Azofra, nos trasladamos de Este a Oeste y nuestras agigantadas sombras preceden a nuestros pasos. Al igual que en días anteriores, preferimos caminar un buen rato antes de desayunar.  En Azofra desayunamos y  breve descanso para seguir nuestro camino.



Como me viene ocurriendo en días anteriores, el desayuno y el descanso me sientan muy bien y acometo esta segunda parte de la jornada con decisión. Caminamos por una pista agrícola flanqueada por campos de cereal. Los omnipresentes viñedos que nos han venido acompañando desde antes de abandonar Navarra, van desapareciendo y en su lugar campos de trigo y cebada que empiezan a teñir estos campos de verde.

Camino de Cirueña y a escasos dos kmts. de Azofra, la siniestra figura de una picota medieval, nos recuerda que allí, en este lugar por el que ahora pasamos, algún desgraciado fue víctima de la "justicia"  de la época.



En nuestro caminar hacia Cirueña, nos encontramos con una prolongada cuesta de pendiente, mas que regular, que para nuestro regocijo termina en un magnifico merendero. Excelente lugar para reponernos de la larga caminata, descansar y coger agua fresca. Entre bromas, Antonio prepara la cámara en el trípode para hacer una fotografía en estos singulares bancos.


Entramos en Cirueña por la urbanización que, al socaire del campo de golf y del boom urbanístico, ha transformado este pequeño pueblo.  La próxima vez que nos detengamos, será en Santo Domingo de la Calzada, para comer y descansar antes del último tramo hasta Grañón. La ruta de hoy no está resultando dura por el trazado. A mi se me hace dura por las piedras sueltas de la pista que, a pesar de las gruesas suelas de las botas, se clavan en las plantas del pie.



Abandonamos Santo Domingo, cruzando el Oja por el puente que asienta sus pilares sobre aquél otro, que levantara el Santo de Viloria.

Estos últimos kmts. hasta Grañón, se me hacen eternos, estoy verdaderamente cansado y deseando llegar para darme una gratificante ducha y tratar de aliviar una incipiente tendinitis en la rodilla izquierda.

Antonio atiende mi ruego para guardar  la camara y que mis nietos no vean el lamentable estado físico en que su "humus batallicus", ha terminado esta jornada en el Camino.